domingo, 14 de octubre de 2012

Cómo matarnos unos a otros (armas de fuego a lo largo del tiempo)

En la entrada anterior y aprovechando la reconstrucción histórica de la toma de Tordesilla por parte de las tropas aliadas al mando de Wellington estuve explicando un poquillo (o al menos, intentándolo) el por qué las tropas de la época combatían de esa manera tan peculiar, en formaciones cerradas soltándose zurriagazos unos a otros en medio de nubes de humo. Para una mente de hoy en día la cosa chocaría bastante y con razón se podría pensar que con una ametralladora se podría barrer a un batallón entero de la época napoleónica, avanzando en formación. Pues curiosamente, en la IGM había gente que todavía pensaba con una mentalidad anterior ... tras bastante años de ametralladoras, cañones, fusiles de ánima estriada y demás. Millares de británicos en los campos de batalla de Francia dieron fe de que la idea no era la mejor de todas.

Lo cierto es que por variar me voy por lo cerros de Úbeda (provincia de Jaén) y la idea era ir hablando un poco de la evolución de la forma de matarse que ha tenido la humanidad a lo largo de los siglos. Concretamente  de la forma de disparar con armas ligeras.

A lo largo de los tiempos, la idea de perjudicar al prójimo no ha evolucionado gran cosa. Se mete en un tubo una sustancia propelente, delante se pone un proyectil, se la enciende de una manera u otra y se lanza el proyectil en dirección al contrario. La mezcla propelente, el proyectil, el arma, la forma de disparar ... han variado muchísimo, pero la idea básica, es la misma.

Las primeras armas de fuego han sido los cañones (es que miniaturizar las cosas cuesta, sobre todo al principio) Los primeros cañones eran armas que sustituían a catapultas y trabuquetes. Eran armas caras, tocas, con poco alcance, relativamente poca eficacia, peligrosas (casi tanto para los propios como para los ajenos) pero curiosamente. móviles (en comparación con una catapulta) y con una eficacia relativamente regular. La forma de disparar era relativamente sencilla: cargabas el arma, llenabas de pólvora un agujero que iba desde la parte superior a la recámara conocido como oído al que se le pegaba fuego ... dado que por aquel entonces las murallas solían moverse más bien poco (como ahora más o menos) si tardabas unos segundos en producir el disparo, pues no pasaba nada pero claro, cuando pasamos del cañón al mosquete o arcabuz y el blanco pasa a ser un infante con ganas de abrirte las tripas o un caballero a la carga la cosa cambia.

Las primeras armas portátiles trajeron consigo el problema de como dispararlas. Al principio se usaba algo similar a los cañones, una mecha usada a mano, pero la cosa era poco efectiva y se montó un mecanismo que arrimaba una mecha a una cazoleta con pólvora que por medio del oído llevaba el fuego a la carga principal. En esta excelente foto de la wikipedia se ve perfectamente.

Llave de mecha. Fuente: wikipedia

Es fácil imaginar que no es un método excesivamente fiable. No se puede mover uno mucho (se cae la pólvora de la cazoleta) no va muy bien con lluvia (eso siendo optimista) la mecha se apaga (por eso se solía encender por los dos extremos) Si conseguías pegar dos tiros por minuto se te consideraba un arma de tiro rápido .... no te digo ya la disponibilidad del arma si no tenías fuego cerca para encender la mecha. Lo curioso es el coste de tener un arcabuz permanentemente preparado para disparar. En el supuesto de que la mecha se queme a un metro por hora, significa que hacen falta 24 metros de mecha para un solo día, 168 metros para una semana y 720 metros para un mes o más de 8 kms para una año y todo ello, para un único mosquete o arcabuz. Como que parece que la cosa no era muy razonable, aunque supongo que un arcabucero experto podría encender la mecha en un tiempo razonable ... unos 30 segundos o así siempre que no lloviera claro.

Aquí puede verse el funcionamiento del chisme en cuestión.


Pues la gente anduvo discurriendo y pensó que si uso un pedernal para enceder el fuego en casa, pues a lo mejor, resulta que sirve para pegar tiros. Con un mecanismo harto complicado para la época alguien inventó la llave de rueda. La cosa era similar salvo que en lugar de pegarle candela al arma con una mecha, una rueda montada con un resorte que rascaba un pedernal que soltaba chispas. El arma podía estar montada por tiempo indefinido, no se apagaba, no se veía por las noches ... vamos todo eran ventajas salvo que era muy complicada de construir y cara. Precisaba una llave especial para armar la rueda que en caso de pérdida dejaba a su propietario en posesión de un garrote muy caro.

Vamos, que si digo que el chisme era complicado .. es que lo era. Fuente: wikipedia.
Veamos como se usaba ...



Dado que la construcción de la llave de rueda era compleja, con el tiempo se simplificó la cosa y se creó la llave de chispa (la que sale en la entrada anterior) Era mucho más simple, similar en fiabilidad e incluso, más automática (se descubre la cazoleta de manera automática al disparar) Es la llave típica de las guerras napoleónicas. Aquí el fusil puede permanecer cargado por bastante tiempo sin tener que llevar 30 metros de mecha.

El tiempo evoluciona y las armas, también. Aunque se experimentan diversas pólvoras, la pólvora negra sigue siendo la más utilizada pero hay un experimento que aunque no sirve como propelente, revolucionaría la industria armamentística: el fulminato de mercurio.Esta sustancia tiene varios problemas para sustituir a la pólvora: es inestable (detona con un golpe) su deflagración es demasiado rápida ... pero resulta que es ideal para extender la chispa a la pólvora negra. Acaba de aparecer la llave de percusión. Básicamente es la misma, pero en lugar de una cazoleta con pólvora solo tenemos un oído sobre el que se monta una cápsula de cobre con fulminato de mercurio. Esta está mejor aislada de la humedad que las llaves de chispa, la fiabilidad aumenta, es más simple, ... es el arma típica de la Guerra Civil Americana. No solo eso, sino que permite la construcción de armas con más de un disparo: el revolver. Éste en el fondo no es más que una serie de recámaras giratorias que se van enfrentando al cañón una tras otra. La diferencia era que podían disparar cinco o seis veces (luego lo explico) en el tiempo en que un arma normal de chispa disparaba una. Lo malo era que el tiempo para cargar las seis recámaras era seis veces el tiempo de cargar un solo disparo, pero claro, la cosa compensaba y si se llevaban varios tambores preparados el tiempo de recarga cambiando el tambor era similar al tiempo de carga de una pistola de chispa. Con las cápsulas no todo eran ventajas. Eran tremendamente sensibles a golpes y la caída de un arma podía provocar el disparo.

La cuestión es que ahora tenemos dos cosas tremendamente comunes: las cápsulas de fulminato de mercurio y los cartuchos de papel conteniendo pólvora y el proyectil con lo que solo era cuestión de tiempo de que a alguien se le ocurriera unirlas, aunque de una forma un poco peculiar al principio. Dado que hubo docenas de intentos, sólo voy a hablar de los más significativos.

La primera idea fue meter la cápsula de fulminante dentro del cartucho de papel. El fulminante iba pegado al proyectil y tras él, dentro del cartucho, la carga de proyección. Para disparar esto se ingenió un arma de retrocarga que se cerraba con un perno. A través de ese perno una larga aguja perforaba el cartucho e iniciaba la ignición. Se trata del fusil de aguja Dreyse. La cuestión es que hubiera pasado sin pena ni gloria de no ser porque es el padre de unos de los cierres más famosos de la historia: el cerrojo Mauser.

El Dreyse tenía una serie de problemas como la fragilidad de la aguja y el tema de la estanqueidad de los gases ya que una parte podía irse hacia atrás molestando (en el mejor de los casos al tirador) Total que a alguien se le ocurrió utilizar una cápsula metálica dónde meter el propelente ... había nacido el cartucho metálico. Claro que eso de poner el fulminante en el medio era todavía demasiado sencillo ... había que hacerlo más complicado. Por a un francés de nombre Casimiro y de apellido Lefaucheux se le ocurrió montar el fulminante dentro de la cápsula pero poner un percutor ... en un lado. La cosa era rara pero curiosamente funcionaba de vicio ... el tiempo de recarga en comparación con un Colt de avancarga era considerablemente menor aunque hay que reconocer que su aspecto era ligeramente ... curioso.
Revolver Lefaucheux. Fuente: wikipedia

Bueno, ya estamos en el cartucho metálico, ya tenemos fulminante, ya hemos tenido inventos raros ... ahora la cuestión es que alguien haga las cosas como se deben hacer y como llevan haciéndose en los últimos ciento y pico de años .... poniendo el fulminante en el culote del cartucho. Claro que todavía hay dos formas de hacerlos y pueden ser buenas, depende de para qué.

La primera es poner el fulminante distribuido en el reborde del culote de la vaina. A eso se le llama fuego anular y se usa en cartuchos de poca potencia como el calibre .22 corto o .22 LR. El problema de éstos es que precisan un reborde y eso no de lleva muy bien por lo general con cargadores de tipo militar a los que les gustan más las vainas cilíndricas o cónicas. No es que no se puedan hacer cargadores para cartuchos de fuego anular de hecho, es que se hacen, la cuestión es que cuantos menos problemas tengas en el campo de batalla, pues mejor que mejor y la forma de evitarlos es procurar evitar cualquier complicación posible.

Munición calibre .22. Fuente: wikipedia.

Si se mete el fulminante en el centro tenemos los cartuchos de fuego central que son los de toda la vida. Fulminante en una cápsula en el centro del cartucho, eliminamos rebordes innecesarios, se tiene disponibilidad, no se mojan ... si es que todo son ventajas a la hora de matar.

El cartucho metálico con fuego central es la forma normal de matarnos hoy en día, desde los tiempos de la Guerra Civil Americana hasta hoy en día, aunque no es la única ni la más efectiva.

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Armaduras.

He de reconocer que últimamente no me estiro demasiado en el tema bloguero este. Tampoco voy a molestarme en hacer propósito de enmienda so...