domingo, 16 de mayo de 2010

Cosas de toda la vida ... que no son precisamente de toda la vida (I) La hora

Hay una serie de cosas que tenemos asumidas como de toda la vida, que siempre han sido así y que resulta que si pensamos un poco en ellas, pues ni son así de siempre o son relativamente recientes. Los que somos un poco más mayores recordamos la vida sin móviles (aunque igual nos costaría un poco adaptarnos de nuevo a vivir sin ellos) pero un niño de 10 años ahora no es capaz de concebir el mundo sin móviles. Pues hoy voy a dedicar esta entrada una cosa que parece que es de toda la vida, pero no es así: la fecha y la hora y hoy voy a empezar por esta última.

La necesidad de medir el tiempo es inmemorial. Seguramente los hombres primitivos controlaban las estaciones, el día y la noche, la mañana y la tarde y tampoco necesitaban nada más preciso. Griegos, romanos, egipcios, babilonios, chinos ... todos más o menos intentaron medir el tiempo con más precisión por medio de clépsidras, relojes solares y otros artilugios que, para que engañarnos, eran complicados de llevar, de operar, poco precisos y de escasa difusión con lo que al común de los mortales le importaba más bien poco la hora de era. Cuando salía el sol se sabía que amanecía, cuando estaba arriba era mediodía, a medida que se ponía era la tarde y cuando estaba oscuro, era la noche. En una época en que se trabajaba de sol a sol tampoco hacía falta mucha más sofisticación. El sol era quien regía la vida de la gente y no en vano, hay multitud de cultos solares en la antigüedad siendo, quizás el más destacado el egipcio (o el más conocido porque me suena que en Babilonia también había cultos similares) Los ciudadanos del Imperio Romano que vivían en Judea se levantaban al alba, al igual que los ciudadanos que vivían en Tarraco, sin que les importara un comino (de hecho posiblemente lo ignoraban) que cuando en Tarraco aún era de noche en Jerusalén hacía horas que había amanecido. Lo cierto es que daba lo mismo. Las noticias viajaban a golpe de calcetín o de casco de caballo y mientras en la Tierra el sol recorre unos 1.600 kms por hora, un caballo apenas hacía 20. Vamos, que la gente vivía bien con su hora local y ni falta que les hacía saber que hora era en cada momento en cada lugar del mundo. Los menorquines se levantaban cuando amanecía, mientras que los gallegos todavía dormían en ese momento y cuando se levantaban éstos, los primeros llevaban una hora en pie. A cambio, los gallegos trasnochaban más aunque aparentemente, se iban a la cama a la misma hora, cuando el sol se ponía.

Poco a poco se fueron construyendo relojes más y más sofisticados e incluyo llegaron los relojes de bolsillo pero la hora seguía siendo la hora solar. En los barcos se montaban relojes que supongo mantendrían la hora del puerto de salida o alguna hora determinada (en los barcos interesa saber el número de horas transcurridas, no la hora local, para conocer la distancia recorrida) pero la precisión en los horarios no era importante. Lo importante de un barco que iba de Londres a New York era que llegara en una cifra de días más o menos estimada, no si llegaba por la mañana o por la tarde. Si no llegaba con la marea, pues que esperara al día siguiente.

Pero llegó la Revolución Industrial y con ella una cosa llamada trenes y Europa se empezó a cubrir de líneas férreas y empezó todo el carajal. Un tren que salía de París en dirección a Berlín sabía cuando salía de París pero no tenía claro a que hora iba a llegar a Berlín. Total que para ajustar todo ese tinglado, dónde ya era preciso conocer las horas, se reunieron en Washington en 1884 una serie de señores muy listos que decidieron dividir el mundo en zonas horarias. Dividieron el mundo en 24 regiones de 15º (una por cada hora) diciendo que las 12 se correspondía con el meridiano de Greenwich (porque en aquella época Inglaterra mandaba mucho) y se montó todo el cristo que tenemos ahora, que cuando llamamos a Canarias es una hora menos (al menos, desde España) y por eso tenemos que esperar a la tarde para poder hablar con nuestros amigos de América (salvo que les queramos sacar de la cama, claro) Ahora, el maquinista que salía de New York con dirección a California (no me vale el ejemplo de París y Berlín, tienen la misma hora) tan solo tenía que restar para saber qué hora es en cada lugar por el que pasa (o sumar si viaja en dirección contraria) Esto provoca que en los extremos más orientales del huso horaria el sol salga antes de la hora teórica (suponiendo que el sol sale a las 6, está en su cénit a las 12 y se pone a las 18) y que en el extremo occidental, ocurra lo contrario (lo que pasa en España por ejemplo con Menorca y A Coruña)

La llegada del teléfono, la radio, y las comunicaciones vía satélite obligó aún más a definir los husos horarios. Y no hablemos de los satélites que obligan incluso a contemplar los efectos relativistas de la velocidad:  por efecto de la velocidad el tiempo en los satélites va más despacio y eso produce que se desicronicen con las estaciones de tierra. Es poco tiempo, del orden de microsegundos, pero suficiente para que los equipos electrónicos lleguen a notarlo.

A lo mejor el avispado lector se preguntará porqué en España tenemos la hora de Francia, Alemania o Austria en lugar de tener la hora de Portugal, Reino Unido o Marruecos dado que si miramos un mapa estamos en la misma zona. Pues se debe a que en el s.XIX hubo otra conferencia en Europa para repartirse las horas y se definieron dos usos principales para Europa: Londres y Berlín. El espabilado representante español, o bien no sabía mucho de geografía o bien no tragaba a los ingleses, o bien ambas cosas, pero al final, se vino para aquí con la hora de Berlín en lugar de la de Londres, cosa que sería más normal. Por esta razón, en España amanece más tarde (y en Galicia no te cuento) se come más tarde y se trasnocha más. Tenemos el horario mal. Si te vas a Alemania, amanece a las 6-7, se come a las 13:00 y oscurece a las 8-9. Aquí, dependiendo de la estación, puede amanecer a las 9 o así o puede oscurecer más allá de las 22 (en verano, en Asturias y Galicia, a las 22:00 todavía hay luz)

Como puede ver el lector, una cosa tan simple como es mirar el reloj y ver la hora, no es tan de toda la vida.

En el próximo capítulo hablaremos de la fecha.

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He de reconocer que últimamente no me estiro demasiado en el tema bloguero este. Tampoco voy a molestarme en hacer propósito de enmienda so...