No hace mucho hemos asistido asombrados a la erupción del volcán Eyjafjallajökull (el volcán de Islandia, para los amigos o para lo que no nos atrevemos a pronunciarlo siquiera) Es curioso observar cómo un volcán relativamente pequeño ha cortado el tráfico aéreo de medio mundo. No siquiera en la propia Islandia hizo demasiado daño, claro quq ayuda mucho el que sea un país muy poco poblado.
Uno se pregunta ¿cómo es posible que a estar alturas de la vida un volcán no demasiado grande pudiera causar tal trastorno en el mundo? Es más, curiosamente, las experiencias de aviones con los volcanos son relativamente recinetes, de apenas 20 años. Lo cierto es que si revisamos la historia del mundo que nos rodea, todas las cosas que nos parecen cotidianas y que llevan toda la vida aquí son relativamente recientes.
Los vuelos transatlánticos, afectados por las cenizas volcánicas, capaces de empastar las turbinas de lo motores, son relativamente recientes. Cierto que el vuelo de Lindenberg y el Espíritu de San Luis fue en 1927 pero esa proeza (más de 33 horas pilotando) tardaría mucho en generalizarse. En 1937 los dirigibles parececían una alternativa mucho mejor para cruzar el Atlántico, mucho más cómodos y elegantes (y más lentos) hasta que el accidente del Hindenburg los relegó a un segundo plano.
La llegada de la Segunda Guerra Mundial impulsó los vuelos transatlánticos para una misión distinta: la caza de los submarinos alemanes que acosaban a los convoyes de los aliados en el Atlántico. Docenas de bombarderos B-24 y B-17 cruzaban el Atlántico, unos cazando submarinos y otros, con destino a Reino Unido para desde allí bombardear Alemania.
De todos modos, no sería hasta la Guerra Fría, con la generalización del reactor cuando el hecho de cruzar el Atlántico se convierte en un hecho relativamente normal. Hoy en día, cientos de vuelos cruzan el Océano con asiduidad. Pero en realidad, llevamos relativamente poco tiempo, con lo que es fácil que ocurran cosas nuevas, sobre todo si esas cosas, no suelen suceder todos los días aunque históricamente sean relativamente recientes ya que ese volcán ha esntrado en erupción cuatro veces en los últimos 400 años, un suspiro en términos geológicos. Curiosamente, en ninguno de ellos afectó al tráfico aéreo ni a las comunicaciones inalámbricas, entre otras cosas, porque no existían.
Llevamos algunos millones de años sobre este planeta. No creo que permanezcamos sobre él otros tantos. Hasta ahora hemos sobrevivido pero nunca antes un hecho tan local había molestado a tanta gente (bueno, quizás la explosión de Thera fue un poco más molesta pero hemos globalizado tanto el mundo que nos afectan cosas que están muy lejanas.
No nos vendría mal una cura de humildad. No somos el centro del universo. No somos el centro de la creación. Sólo somos un accidente más en el planeta Tierra y éste, de vez en cuando nos lo recuerda.
Un saludo
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